POR: Klaus Bruhn
Mi esposa y yo, junto a mis suegros, teníamos el deseo de visitar un lado de Europa que nos era desconocido. Conocíamos ya el norte del continente, sobre todo Alemania, así que preferimos explorar la zona del Mediterráneo. El crucero de 10 días de Celebrity Cruises que nos ofreció Viajes Alkasa, con visitas a Grecia y sus islas, Italia y Turquía, cumplía con todo lo que buscábamos.
No nos arrepentimos de la decisión, porque cada parada nos enseñaba algo nuevo sobre nuestras propias expectativas. Por ejemplo, una cosa es ver las elevaciones de Capri en una foto, y otra es sentarnos en un pintoresco pueblecito costero de la zona, en un restaurante con vista al mar, y degustar unos ravioli caprese hechos con ingredientes frescos. Una cosa es escuchar sobre la producción de limones de la zona, y otra es salir de ese restaurante y que el tan grato olor a limoncello te dé la bienvenida a cada paso.
Uno se imaginaría que la parte más impresionante de una visita a Santorini sería el ya mítico paisaje de edificaciones blancas y azules en Oia, pero yo quedé también maravillado con la excavación de las ruinas de la civilización minoica de Akrotiri, en Fira. La historia del lugar ha sido sacudida por terremotos y erupciones volcánicas, y uno termina sintiéndose minúsculo al ver sus siglos de existencia preservados en la tierra.
O quizás puede uno leer la Biblia e imaginarse las andanzas de los primeros cristianos, pero ver el lugar en Kusadasi donde se establecieron María y uno de los primeros evangelizadores es una experiencia memorable. En ese pueblito turco, aislado por estar tejido entre las montañas, reina la tranquilidad, y da para pensar en una época en donde el silencio era el mismo.
Pero las experiencias positivas no se limitaron a nuestras paradas, sino que también continuaban dentro de la embarcación. Con instancias como el arreglo de las habitaciones dos veces al día y el amplio personal de limpieza que está siempre atento a mantener las instalaciones impecables —yo calculé que no pasaba ni un minuto entre el momento en que alguien dejaba caer por error una servilleta y el momento en que un empleado del crucero la recogía para desecharla—, nos dimos cuenta de que la empresa no escatima en recursos humanos. Sin embargo, yo que trabajo en el área de alimentación, me fui gratamente complacido con otro aspecto del barco: en materia de comida, no economizan. Las marcas de foodservice que utilizan en sus salsas y sus condimentos son todas de un alto nivel de calidad, y eso es raro ver a nivel de comida institucional, pues por lo general el consumidor final no termina viendo las marcas. Por eso nos dimos cuenta de que en Celebrity no solo están conformes con la calidad que se ve, sino también con la que se siente.
Al final del trayecto recibimos un cuestionario donde el equipo del crucero nos preguntaba qué podían mejorar en su servicio. Después de la experiencia tan positiva con las paradas y los tours opcionales, con las recomendaciones de restaurantes en tierra por parte del staff y de su dedicación a la calidad, mi respuesta fue sencilla: Nada.
Fotos: Cortesía de Klaus Bruhn