En un crucero de río: Ámsterdam y Colonia

Nuestra clienta Carmen Rita Cordero nos habla de sus experiencias a bordo del crucero Amasonata, en un recorrido por el Rin visitando los Países Bajos, Alemania, Francia y Suiza.

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POR: Carmen Rita Cordero

En nuestra más reciente visita a territorio europeo mi esposo y yo decidimos probar una modalidad diferente de viaje: un crucero de río. En Viajes Alkasa nos recomendaron el Amasonata, una embarcación que recorre el tramo del Rin entre Ámsterdam y Basilea, pasando por varias ciudades de Alemania y Francia.

¿Qué nos convenció? Aparte de la diversidad de giras culturales especializadas en cada punto —con versiones de transporte terrestre a la medida tanto de los más mayores como de los más aventureros—, nos llamó la atención la oferta de recorrido libre que permitía el itinerario. Al ser una embarcación de río, el desembarque se realiza más cerca del centro de las ciudades que con un crucero de mar, y eso permite ahorrar tiempo de traslado y disfrutar más cada parada.

En esta serie de tres entradas voy a compartir con ustedes nuestros recuerdos favoritos de esta gira fluvial. En esta comienzo con dos ciudades impresionantes por su vida cultural contemporánea: Ámsterdam en los Países Bajos y Colonia en Alemania.

ÁMSTERDAM

El recorrido del Amasonata iniciaba en Ámsterdam, así que decidimos llegar una noche antes para ponernos al día con una de nuestras ciudades favoritas de Europa occidental. La capital de los Países Bajos tiene su encanto: desde la gran oferta artística hasta lo imprevisible de la lluvia, ofrece una experiencia sensorial interesante para quienes venimos del Caribe.

Siendo un pueblo calvinista se caracterizan por su apertura y tolerancia. Tienen desde el ejemplo de la legalización de la prostitución —todavía tengo el recuerdo de las vitrinas del Barrio Rojo cuando visité la ciudad por primera vez a los 15 años— hasta una evidencia histórica importante: la razón por la cual Nueva York es tan abierta, tan pluralista y tan global en comparación con el resto de Estados Unidos es porque fue colonizada inicialmente por los holandeses. ¡No por nada el sur de Manhattan antes se llamaba Nueva Ámsterdam! Es una visita que, definitivamente, no deja a nadie indiferente.

Ahora, ¿dónde no hay tolerancia? ¡Entre los ciclistas! Un gran consejo: no se les ocurra atravesar el camino cuando vean un ciclista, uno de los miles que utilizan las bicicletas como medio principal de transporte en la ciudad. ¡No se va a parar por nadie! En los Países Bajos la real reina no es Máxima, sino la bicicleta, y hay que adaptarse a esa realidad.

Aparte de visitar el Museo Van Gogh, un viejo conocido muy recomendable, agregamos dos nuevos clásicos a nuestra lista de favoritos.

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Primero, dimos por casualidad con el Cafe Luxembourg, en pie desde hace más de 30 años. Esta brasserie está llena de habitués que buscan sus toques Art Déco, la calidez de poder leer periódicos físicos y la buena fama de su panadería. ¡Es un lugar con mucha solera!

Otra recomendación es d’Vijff Vlieghen, un restaurante en el corazón de la ciudad, que tuvo una vida anterior como un anticuario en el siglo XVII. Las cinco moscas del nombre son las cinco casas canaleras conectadas que forman el laberinto interno del espacio, y la evidencia del anticuario todavía está ahí: uno de los tesoros del lugar es un dibujo de Rembrandt, en exhibición. ¿Otro tesoro? La espectacular crema de calabaza del menú.

Y al día siguiente, con el inicio oficial del recorrido del crucero, tuvimos una bienvenida digna de Ámsterdam: paseando por los canales, la neblina y la llovizna no nos dejaban ver más allá de un metro. ¡Es parte de la experiencia!

COLONIA

La ciudad más grande de Renania del Norte-Westfalia —una región que debe su nombre al Rin— tiene una zapata cultural de más de dos mil años que sigue avanzando todavía hoy. ¿Quieren un buen ejemplo? Su Catedral gótica es el monumento histórico más visitado en toda Alemania, dada su inmensidad y la riqueza de sus artefactos medievales. Dentro, sin embargo, podrán encontrar un vitral hecho de 11,500 píxeles, cortesía del artista contemporáneo Gerhard Richter. El vitral original fue destruido durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial.

De hecho, dimos con ese contraste artístico durante el recorrido guiado que hicimos de los barrios de la ladera —por cierto, todos los recorridos en tierra ya están incluidos en el precio del crucero—. Mientras nuestra guía, informadísima, nos mostraba el gran centro económico que es la ciudad hoy, nos hablaba justamente sobre su contexto histórico y sociopolítico, explicándonos cómo Colonia es una de las grandes glorias de la sociedad alemana, al haberse recuperado tan rápida y sólidamente después del conflicto bélico.

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Poder tener acceso a ese tipo de perspectiva durante un viaje, combinando lo arquitectónico con lo artístico y lo histórico, es invaluable.

¡Ah! Y les dejo con un dato sobre algo que comenzó en esta ciudad y ha terminado en todo el mundo: ¿Les suena algo llamado “eau de Cologne”? Cuando hoy nos referimos genéricamente a “colonia” como un tipo de fragancia, en realidad estamos recordando el trabajo de Giovanni Maria Farina, un perfumero italiano que le dedicó a su nueva ciudad una creación innovadora a base de etanol y aceites cítricos. Durante la visita guiada pudimos visitar el local donde nació la fragancia, donde, al ser un producto marca ciudad, se vende como souvenir en distintas presentaciones.

¿Quieren conocer nuestras experiencias en las otras paradas del crucero en Alemania? Esperen la segunda parte de esta serie.

Fotos: Cortesía de Carmen Rita Cordero