Recuerdos del olor de la piel de oveja en Fez

Nuestra supervisora del Programa de Lealtad Millas Popular, Nuris Pérez, estuvo recientemente en Fez, de donde trajo el recuerdo del olor del proceso de trabajar la piel de oveja

POR: Nuris Pérez

 

El Clon, esa telenovela brasileña que tanto marcó a miles de mujeres en todo el continente, estuvo ambientada en la ciudad marroquí de Fez. Como se me puede contar entre las mujeres marcadas, en un viaje reciente a Marruecos esa ciudad era uno de mis puntos más esperados: ¡Estaba loca por ver a los locales vestidos como Jade y Lucas!

Sin embargo, viajar siempre nos sorprende: mi memoria más vívida de esa visita a Fez no vino de observar las ropas tradicionales de sus habitantes —que de por sí fue una experiencia interesante y me remontó a uno de los puntos más atractivos de la telenovela— sino de observar el proceso de tratamiento de la materia prima de algo que consideramos cotidiano: la piel de oveja de nuestras carteras, zapatos y correas.

Por el camino que nos llevaba hacia la Medina veíamos constantemente pastores con palos guiando a cientos de ovejas. Al llegar a este conglomerado de edificaciones medievales no sabía dónde poner los ojos: con razón fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Sin embargo, sí sabía qué hacer con mi nariz: una vez entramos a un mercado especializado, me ofrecieron una ramita de menta para bloquear los olores. “¿Cuáles olores?”, me preguntaba. Esa respuesta vino de golpe al llegar a la cima de la edificación, desde donde podía ver los pozos de limpieza y tintado de las pieles de esos animales que tanto había visto en el camino. El proceso, en su totalidad artesanal, comienza con un olor a animal muerto, a tripas, a lodo, que va disminuyendo a medida que avanzan los pasos de manufactura: un grupo de artesanos retira la lana del cuero; otro la limpia en pozos, pisándola con botas impermeables hasta la media pierna; del teñido pasan al secado al sol durante semanas, y finalmente a un horno de barro y piedras.

Los chouwara, como son conocidos en Marruecos los pozos de teñido, están hechos en barro, y desde arriba parecen un panal de abejas. Ahí dentro, los pigmentos naturales y químicos se mezclan con excrementos de paloma y orina de vaca para poder dar pie a la base ácida que hace que el color se adhiera al cuero.

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Al finalizar todo el proceso húmedo, ver todas las pieles tendidas al sol en el mercado, como si se tratase del patio de una casita campestre donde están secando las sábanas, es un espectáculo.

Todo este proceso arduo y minucioso tiene sentido: la industria del cuero es una de las más pujantes de Marruecos, y Francia es uno de sus principales socios de comercio internacional —de ahí que muchas de las carteras y los accesorios de los grandes diseñadores parisinos utilicen la piel de oveja marroquí como materia prima—. Al pasar a otra zona del taller/mercado pudimos ver el producto terminado en carteras y bolsas de cuero de oveja, todas de indiscutible suavidad.

Así que, en teoría, fui a Fez por lana y salí con piel: el recuerdo de esa minuciosa cadena de manufactura que pude observar ha hecho que desde entonces vea el cuero de las carteras que usamos a diario desde otra óptica.

Fotos: Cortesía de Nuris Pérez y Miguelina Pérez