POR: Pamela Sued
Hace unas semanas mi esposo y yo estuvimos con nuestro hijo Alonso, de tres años, en los parques de Disney. Una de las visitas que seleccionamos fue a Animal Kingdom, un lugar con inclinación educativa que hace honor a la flora y la fauna de algunas regiones de África y Asia.
¿Y podría un niño de tres años aprovechar un parque así? Sorprendentemente, sí: en casa le tenemos juguetes en forma de los animales de la selva, y se divirtió muchísimo reconociendo en vivo y en directo, montado en la guagüita del Safari Kilimanjaro, al león, al elefante, a la cebra, al búfalo y al flamenco. Sin embargo, ¿su absoluto favorito? Pregúntenle a mi papá: al retornar del parque, Alonso no se cansaba de hablarle a su abuelo sobre el enorme hipopótamo que había visto en un tanque, nadando en un tanque gigantesco «con los pececitos». ¡Qué inesperado, eso de que se obsesionara con un animal como ese!
¿Y en cuanto a mí? Yo también disfruté como una niña con algo inesperado: el show teatral Finding Nemo – The Musical, donde los actores manipulan los muñecos marinos para permitirles gesticular y contar la historia de un padre en busca de su pececito –con todo y la maravillosa escena de las tortugas gigantescas–. Alonso estuvo interesado todo el tiempo… y yo hasta una lagrimita eché.
Fotos: Orlando Informer y Pamela Sued