Sideways: Un filme que envejece como el buen vino

Aun con los huracanes emocionales que se desatan en Sideways, en la película sale a relucir el esplendor visual de los viñedos del Valle de Santa Inés, en California

Uno de los momentos más agridulces de Sideways, la película que Alexander Payne sacó a la luz en 2004, se da cuando el personaje interpretado por Paul Giamatti se entera de que su ex esposa –a quien todavía quiere– se ha vuelto a casar. Esta escena de tristeza y desesperación tiene como fondo uno de los inmaculados viñedos que rodean el Valle de Santa Inés, en Santa Bárbara, California.

Fuera de las actuaciones de Giamatti, Virginia Madsen, Thomas Haden Church y Sandra Oh, también impresionan los paisajes del valle, donde el cuarteto hace cosas envidiables como disfrutar de un picnic distendido. Esta es una constante en la película: la superposición de las bondades de las etapas del vino –desde el lugar donde se asoman las uvas hasta el producto terminado en la copa– contra las amarguras de encontrarse perdido en la vida después de los 40. Como marco, todo esto va colocado dentro de la narrativa de un viaje entre amigos como despedida de soltero –para ponerlo claro: Sideways es la versión pensante de The Hangover, habiendo recibido una nominación a Mejor Película en los Oscars de ese año y llevándose el premio a Mejor Guión–.

Con su humor negro, su tratamiento realista de la enofilia, su romance con los paisajes de Santa Inés y su visión de la crisis de mediana edad, a pesar de tener más de 10 años, al igual que el buen vino, este filme envejece bien.

Foto: Vía Moro Di Sangiovanni