POR: Mariel Andújar
La gastronomía en la Toscana es conocida por su sencillez: los microclimas son tan estudiados y el conocimiento de la agricultura es tan especializado que los ingredientes tienen una calidad altísima, y la idea de los locales es dejar que cada uno brille sobre el paladar. Por eso, los platos típicos de la región van de la pappa al pomodoro —una sopa de papa, pan y tomate tan popular que es la protagonista de una canción clásica de Rita Pavone— hasta la fettunta, que es un pan untado de aceite de oliva, sal y ajo.
Mi esposo y yo quisimos aprender más sobre los ingredientes, y por eso le solicitamos a Laura, nuestra gerente de viajes en Alkasa, tomar una lección de cocina en Florencia. Marco, el chef de la escuela de cocina Diadema, comenzó su lección con una visita a un mercado de productores. Ahí conversamos con carniceros, agricultores y panaderos, quienes nos explicaron los detalles detrás de sus cortes de carne, frutas, vegetales y confecciones.
Luego volvimos a la cocina profesional de Marco, donde aprendimos cómo hacer pasta desde cero —ravioli y pappardelle— y luego un postre. ¡Uno no se imagina todo el trabajo que hay detrás de un servicio de pasta! El tiempo y dedicación que hay que tenerle a estos platos es increíble, pero durante este curso de siete horas aprendimos otra cosa: los toscanos disfrutan de cada paso de esa dedicada elaboración.
Pero, ¿qué es un buen plato de pasta sin una buena copa de vino al lado? Decidimos aprovechar la visita a la región para también conocer de dónde salen vinos tan conocidos como el Chianti, el Montepulciano y el Vin Santo. Alquilamos un vehículo y nos fuimos recorriendo diferentes pueblos, sin rumbo fijo. Comenzamos en Siena y terminamos en San Gimignano, donde nos paramos de imprevisto en un viñedo que se veía fantástico. Ahí probamos nueve vinos diferentes y luego disfrutamos de un digestivo de sabor intenso, hecho con la cáscara de uva que sobra después del prensado para extraer el mosto.
Y aunque aprendimos mucho sobre la producción vinícola y la diferencia entre variedades de uvas, el recuerdo más grande que tengo de ese día es en realidad otro. Esos pueblos están casi intactos desde hace más de cinco siglos, con costumbres que vienen de cuando el país no estaba industrializado. Los trabajadores trabajan la tierra y se toman dos y tres horas para comer y descansar. Buena comida hecha de ingredientes nobles, buen vino y una buena siesta. ¡Qué realidad tan diferente!
Fotos: Cortesía de Mariel Andújar