Esquiar por primera vez, ya de adulto

Nuestro cliente Maeno Gómez Casanova no se iba a dejar opacar: en su primer viaje de esquí tenía la meta de dominar las pistas nevadas igualito que un niño suizo… y lo logró.

POR: Maeno Gómez Casanova

Cuando anuncié en mi grupo de amigos que había reservado un viaje de invierno para Gstaad, todo el mundo asumió que mi plan era pasarme el día viendo vitrinas de tiendas y luego convertirme en un experto en los mejores lugares de après-ski. Nadie nunca imaginó que yo, un tipo de seis pies con tan poca coordinación corporal que de milagro no me caigo sentado, iba a aventurarse a intentar esquiar por primera vez ya con 31 años.

Pues sí. Esa misma era mi meta. Si la montaña no va a Maeno, Maeno va a la montaña.

Durante meses, MESES, MESES antes de mi llegada a Suiza, aguanté todos los niveles de bullying de parte mi grupo de amigos y mi familia. “Me van a traer a mi hijo en pedacitos”, me decía mi mamá. “Te vas a depatillar y a romper una pierna”, me decían unos. “Maeno, tú te pusiste de loco a correr un medio maratón, pero esto no es lo mismo y no te va a gustar”, me decían otros. Estaba tan asustado que, ya que mi póliza de seguro se vencía justo antes del viaje, cuando la renové solicité la póliza más plus plus plus del universo.

Pero yo solo me enfocaba en los consejos de mis mentores, Andrea y Pierre Casiraghi. Ellos me decían, por telepatía desde Mónaco: “Maeno, no les hagas caso, solo enfócate en tu look para que se mueran de envidia cuando te vean andar brisiao por esa montaña”. Así que, para distraer los nervios, durante las semanas anteriores a mi viaje me enfoqué en mis compras online para emular uno de los atuendos del Príncipe William cuando estuvo por Gstaad.

Ahora, una cosa es llamar la nieve y otra verla llegar. Cuando llegué allá, fue tragar en seco: ahí es que uno se da cuenta, físicamente, de que el disparatico de cuerpo de uno va a andar jondeado por esa caída infinita. Pero, afortunadamente, aprendí algo muy rápido: esquiar no es una actividad física, sino mental. La parte del cuerpo que más se usa en este deporte es el cerebro. ¡Pero la segunda son las piernas, eh! Y por eso, durante mi primera lección, agradecí infinitamente todas esas sesiones de sentadillas y piernas que hice en la sección de pesas del gimnasio. Si yo no hubiera tenido esa zapata de resistencia, hubiera dejado las canillas en la tarvia. Por eso, consejo número uno para quien esté en la misma situación que yo: vayan desarrollando un rendimiento físico en el gimnasio.

Mi segundo consejo es ponerse en las manos de un profesor. Yo contraté la asistencia de una profesora especializada en niños, y por eso ahí iba Maeno en la filita con niños de cuatro años que lo ponían a pasar vergüenza. Esos carajitos iban volando, y yo pasando trabajo haciendo pizza, tratando de despegar los talones. Pero yo he aprendido ya que, en el esquí como en la vida, lo peor es avergonzarse de lo que uno desconoce. Así no se aprende. Lo mejor es tener la humildad de decir: “No importa la edad que tenga, si quiero aprender algo para enriquecimiento propio, se me importa lo que digan los demás”. Muchas veces estamos demasiado pendientes de la opinión de quienes nos rodean, y eso nos impide crecer. ¡Hay que soltar eso!

Pues bueno, ahí iba Maeno con sus seis pies de altura en el campamento de niños, aprendiendo cómo tirarse en filita desde una caminadorita. ¿Recuerdan que les dije que lo que más se usa es el cerebro? Aquí viene: me di cuenta de que el esquí es un rejuego entre lo que el cuerpo asume que es correcto y lo que el cerebro acaba de aprender. ¿Hay que ir a la derecha? Pues entonces hay que dictarle al cuerpo que se mueva a la izquierda. ¿Uno siente que se va a hacer fondue en esa pista? Pues entonces hay que disipar esa tensión y decirle al cuerpo que se relaje y caiga hacia adelante, porque si te pones rígido, te estrallas. Muy fuerte.

Pero yo fui mentalizado, diciéndome que me la iba a lucir. Y déjenme decirles: al tercer día, este que está aquí estaba esquiando solo. ¡Sufran, bullies!

Según me explicaron mis amigos, la ventaja de aprender a esquiar en una pista europea es que ya de ahí puedo tirarme directo en una pista intermedia en Norteamérica: como estas del Viejo Continente son tradicionales y no tienen todas las facilidades y chulerías tecnológicas de las de Estados Unidos y Canadá, yo básicamente adquirí una base física excelente. Por eso, mi próximo destino es Deer Valley. Desde ya estoy desarrollando un plan intenso de ejercicios de piernas. Nadie va a poder conmigo.

Fotos: Cortesía de Maeno Gómez Casanova