La mujer dorada de Viena

En esta película sobre el valor de la memoria hay dos grandes bellezas: el magistral retrato de Adele Bloch-Bauer y la elegancia arquitectónica de la capital austríaca

En su lucha por obtener de vuelta un retrato que un miembro de su familia le comisionara a Gustav Klimt, Maria Altmann, interpretada por Helen Mirren, vuelve a la Viena que los crueles recuerdos de la opresión Nazi le impidieron visitar por más de cuatro décadas.

La ciudad le agradece la visita: aproximadamente a los 25 minutos del filme Woman in Gold hay una toma panorámica de la oscarizada actriz caminando por las terrazas del parque Belvedere, con sus patrones barrocos en el suelo y sus hileras de arbustos cónicos, que amenazan con dejar al espectador sin respiración. Irónicamente, en uno de sus palacios se encontraba en el momento escenificado, tras un traspaso ilegal en la época Nazi, el retrato de Adele Bloch-Bauer, la tía de Altmann que fuese el sujeto de una de las obras más celebradas del pintor vienés Gustav Klimt.

A esa panorámica se le añaden tomas de la fachada de la Academia de Bellas Artes —las puertas que el mismo Hitler quiso penetrar como estudiante, aunque le fue negada la admisión— y de la Wiener Konzerthaus de estilo Art Nouveau; también de la rueda del Prater, de las calles adoquinadas en un paseo nocturno y de las caras de las edificaciones neoclásicas que siguen mirando al Danubio hoy.

En una apelación al Comité de Restitución que evaluaría su caso, Altmann en voz de Mirren hace una petición especial: “La restitución significa retornar algo a su estado original”, dice. “A mí me gustaría volver a mi estado original: ser una mujer feliz viviendo en esta hermosa ciudad”. La ciudad, sí, ha sido testigo de historias tanto positivas como negativas, algunas visibles y otras escondidas… pero de que es positivamente hermosa y más que merece una visita, eso está a la vista de todos.

Foto: The Telegraph