POR: Gabriela Aybar
Fátima, un pequeño distrito en Portugal, es conocido por ser el lugar donde la Bienaventurada Virgen María se apareció ante tres pastorcitos locales en mayo de 1917 y les entregó varios mensajes proféticos. Desde entonces, Fátima es uno de los principales puntos de peregrinación católica en el mundo —y de hecho, el papa Francisco estuvo allá recientemente para conmemorar el centenario de esa aparición mariana—.
Estuve ahí hace unas semanas, y solo puedo resumir el ambiente en una palabra: paz. Es un lugar donde todos están con una actitud de tranquilidad, de agradecimiento y de humildad, y eso se siente.
El punto principal de la zona es el Santuario de Nuestra Señora del Rosario de Fátima, una enorme iglesia con una cruz de 27 metros de altura, precedida de una explanada que muchos caminan de rodilla en señal de agradecimiento o a modo de petición. Dentro de la basílica del complejo se encuentran las tumbas de los tres antiguos pastorcitos, Lucía dos Santos y los hermanos Francisco y Jacinta Marto. En la explanada hay una capillita —que fue donde realmente tuvo lugar la aparición, y de ahí que se llame Capilla de las Apariciones—, y tuve la oportunidad de hacer un rosario y asistir a una misa en portugués.
Afortunadamente tenía a disposición un conductor privado, así que pude también visitar la casa de Lucía, ubicada a unos 15 minutos en vehículo. El hogar se encuentra tal cual vivía, con el mismo mobiliario, y esa parte del pueblo muestra fotos de cómo se encontraba todo cuando la Virgen se apareció hace 100 años. Viendo la sencillez de ese entonces es posible imaginarse el impacto que debió tener ese evento sobre la vida de un lugar tan pequeño.
Mi esposo y yo recibimos un regalo inesperado: justo al frente de la casa de Lucía vive todavía María dos Anjos, su sobrina, quien también forma parte de una orden religiosa —su fenecida tía es mejor conocida como Sor Lucía en el mundo entero—. Nuestro guía, quien conoce la zona, fue quien nos contó de esta cercanía familiar; si no lo hubiésemos tenido, nos hubiese pasado desapercibida. La encontramos solita en la sala, sentada rezando, y amablemente nos dejó pasar y ver las fotos de su tía colgadas en la pared.
Si tienen a Fátima en su lista de deseos de viaje, les dejo una nota: al igual que les dije al contarles mi experiencia con la visita a la Vírgen de Medjugorje en Bosnia, no duden en contactarme si tienen alguna duda sobre la logística, o si desean algún consejo para planificar un viaje a la zona.
Fotos: Gabriela Aybar