POR: Katingo Haché de Santelises
¿Saben cuál es el recuerdo más tangible que tengo de una visita reciente a Ámsterdam? Las bicicletas. Va una por la calle y hay bicicletas. Va una por la acera y hay bicicletas. Va una por donde sea y salen bicicletas. ¡Son dueñas y señoras de la ciudad! Yo estaba tan nerviosa y paranoica con el sonido de las dos ruedas que me imaginaba bicicletas hasta donde no habían.
Por eso, cuando pude escapar del asfalto y entrar a un bote para pasear por los canales de la ciudad junto a mi hija Ana, respiré tranquila: que yo sepa, todavía no han inventado bicicletas para andar rapidísimo por el agua.
Este paseo en bote recorre en aproximadamente dos horas toda la zona de los canales concéntricos que erigió la ciudad en el siglo XVII. Con total comodidad, degustando una selección de Heineken, vino tinto, quesos, nueces y almejas, van apareciendo las casas canaleras de la época dorada de la ciudad, con sus aguilones característicos; los botecitos de uso residencial, la fachada de cobre del Museo de Ciencias NEMO, diseñado por Renzo Piano en forma de barco. En el relajante recorrido también se da uno cuenta de que va compartiendo el agua con otros botes, muchos de ellos curiosos –como por ejemplo, una estructura inflable con dos sofás encima, porque hay quienes se toman la relajación muy en serio–.
Desde ahí pude darme cuenta de algo: la ciudad es pequeña, y al ser tan plana es obvio que es idónea para mis amigas las bicicletas. Es poco común ver automóviles dentro de su perímetro; de hecho, el guía del recorrido nos informó que obtener una plaza de estacionamiento dentro de los límites de la ciudad conlleva una espera de hasta cinco años a un costo de hasta US$86,000. Por eso, muchos residentes dejan sus vehículos estacionados en las afueras de Ámsterdam, y la recorren entonces a fuerza de pedales.
Si desean realizar este recorrido en una visita a los Países Bajos, ¡no duden en llamarnos! Y claro, también si desean alquilar una bicicleta para recorrer la ciudad con el mismo brío que los locales.
Fotos: Ana Santelises de Latour