Girona – El celler de Can Roca

En un viaje reciente a España, nuestra presidenta visitó el ya mítico restaurante de los hermanos Roca, y volvió con un el recuerdo de una experiencia que va más allá de la comida

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POR: Katingo Haché de Santelises

 

La comida de El celler de Can Roca, el premiado restaurante de los tres hermanos Roca en Cataluña, necesita poca presentación. Seguramente muchos de ustedes lo conocen por sus tres estrellas Michelín y sus dos años en el tope de la lista de los 50 Mejores Restaurantes del Mundo de S.Pellegrino y Acqua Panna, pero la experiencia que tuve va más allá de la indiscutible calidad de su propuesta culinaria: para mi marido y para mí, que lo visitamos con un grupo de amigos, el recuerdo más hermoso viene del trato humano que recibimos.

Al abrir la puerta del establecimiento en Girona nos recibió directamente Joan, el chef, quien nos mostró con orgullo su ocupada cocina. A Joan lo acompañan en el restaurante Jordi, chef pastelero, y Josep, sommelier, quien está a cargo de la bodega con más de 60 mil botellas –de ahí el nombre de «celler»–.

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Cada grupo de comensales tiene asignado un guía culinario, que ofrece información a cada mesa durante la experiencia —y en el restaurante completo no deben haber más de 25 en total—. La persona que nos acompañó durante cada uno de los 14 platos del menú de degustación nos fue explicando de dónde venía cada concepto mientras los meseros traían los platos: lo principal es entender que la oferta del restaurante nace en Cataluña pero es un recorrido alrededor del mundo —de hecho, ellos cierran temporalmente para poder irse en viajes de exploración a lugares como Turquía y Hong Kong—.

Los sabores de cada propuesta estaban combinados perfectamente —solo tengo que pensar en el delicioso cochinillo a la riojana para confirmarlo—. En un momento nos presentaron un dúo, uno inspirado en comida japonesa y otro en comida tailandesa, y nuestra anfitriona nos invitó a adivinar cuál era cuál. ¡No tuvimos idea! Los combinados terminan estando tan destilados que es difícil dar con su origen —y al final me di cuenta de que cada sabor viene de una emoción más que de lo que digan las papilas en sí—.

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A pesar del posicionamiento que tiene el Celler hoy, sus orígenes están a unos kilómetros, en un local ubicado al lado de Can Roca, el restaurante que todavía hoy manejan sus padres. La pareja, de más de 80 años cada uno, sigue sirviendo todos los días platos de 12 euros, pensados para los empleados del polígono industrial donde se encuentran. De hecho, para más que los empleados cercanos: todo el equipo del Celler almuerza allá a diario. Por ese tipo de rituales es que, definitivamente, se siente que el staff tiene un vínculo casi familiar.

Al finalizar la degustación salimos a la terraza, donde muchos hombres se decidieron por fumar los cigarros cubanos que nos ofrecieron. Aparte de los puros pudimos disfrutar de las propuestas de Jordi, con una selección de postres — mi favorito entre todas esas exquisiteces fue el helado de leche de oveja con espuma cuajada y yogur de oveja en nube—.

Ir al Celler de Can Roca nos marcó. Aquí en Alkasa somos una empresa familiar, y me inspiró poder ver cómo unos hermanos pudieron transmitir ese tipo de servicio íntimo, personalizado al extremo y orgullosamente detallista, aun al nivel más alto del éxito.

Fotos: El Celler de Can Roca y Katingo Haché de Santelises

COMIDA 5
AMBIENTE 5
DECORACIÓN 5
UBICACIÓN 4

VEREDICTO

4.7
Girona – El celler de Can Roca