Nuestra clienta Rochelle Vicente estuvo en Chicago con un grupo de amigos, y fue muy sincera sobre su prioridad: «Yo voy allá a COMER», nos dijo. Por eso, al retornar de su viaje, nos trajo una guía de la ciudad en donde las visitas a lugares no gastronómicos son en realidad excusas para que el estómago haga su trabajo y cree un espacio para la próxima parada culinaria. Para quienes, como ella, llevan un gordito insaciable dentro, aquí les pasamos sus recomendaciones de ocio y comida en la joya de Illinois.
POR: Rochelle Vicente
[10:00 A.M. – DESAYUNO EN LO DE NICO]
El desayuno es la comida más importante del día. ¡MENTIRA! Todas las comidas son las comidas más importantes del día, incluyendo la merienda, la picadera, la segunda merienda… pero vamos a decir que el desayuno es MUY importante, porque por algún lado hay que comenzar. Nosotros comenzamos por los papines morados con sal, los bizcochitos con tocineta –sí, con tocineta–, el sándwich de porchetta y el huevo con queso de Nico Osteria. Este restaurante, localizado en el Thompson Hotel –ahí nos quedamos, y no puedo recomendarlo lo suficiente, de tan bueno que es–, sirve comida casera reinterpretada. El ambiente, con decoración en vidrio, ladrillo y latón, algo que ellos llaman «elegancia rústica», ayuda a la digestión.
[11:00 A.M. – UN PASEÍTO HACIA EL BEAN]
Bajen el desayuno caminando desde Nico Osteria por la Michigan Avenue, hasta llegar al Millennium Park. Ahí pueden tomarse la foto ya típica de quien visita la ciudad, contra la imagen reflectiva de la escultura pública Cloud Gate de Anish Kapoor –cariñosamente apodada The Bean por su forma de habichuela–.
[11:45 A.M. – CONSUMIR ARTE]
A corta distancia de esta escultura se encuentra el Art Institute of Chicago, un espacio con obras del Impresionismo y el Post-Impresionismo en su colección permanente –aunque también incluye piezas desde el Antiguo Egipto hasta muestras de arte islámico–. Cuando estuve por allá, la exposición de la temporada estaba dedicada a las tres versiones del cuadro de la habitación de Vincent Van Gogh –el artista holandés tuvo que pintar el cuadro de su casa en Arles tres veces, la segunda debido a daños ocasionados por el entorno y la tercera como un regalo a su madre y su hermana–. Aparte de estas tres piezas, exhibidas por primera vez en Norteamérica, la exposición contaba con 33 ítemes adicionales.
[1:45 P.M. – OINK, OINK]
Soy una comelona extraña, porque me encantan las coles de Bruselas, y aquí en The Purple Pig –un lugar recomendado por todos los que se enteraron que iba a visitar Chicago– estaban increíbles. Las acompañé con una pierna de pavo tan suave que se deshilachó por completo al entrarle el cuchillo. Uno de mis amigos presentes, un enófilo francés, nos recomendó un vino de Burdeos de la carta del restaurante, y entre la ensalada de col rizada y las orejitas de cerdo se nos fueron cinco botellas.
[3:45 P.M. – A RASCAR EL CIELO]
A unos 20 pasos de The Purple Pig se toma el barco para un tour arquitectónico de la ciudad, recorriendo el lago Michigan y entrando al río Chicago. Desde ahí, y gracias a la explicación pregrabada, podrán ver y entender la historia de las más importantes edificaciones de Chicago. Mi favorito fue la Lake Point Tower, un edificio residencial hecho casi fuera del perímetro permitido para esos fines, y por eso está casi solitario: esa enorme edificación curva y de vidrio marrón, construida en 1968, es el único rascacielos en el Downtown de la ciudad al este de la Lake Point Drive.
[5:30 P.M. – PERO A RASCAR EL CIELO DE VERDAD]
Tanto ver edificios altos le abre a una el hambre de ver las cosas desde arriba. Por eso, para quienes tengan los nervios de acero, suban al Skydeck de la Willis Tower para ver la ciudad desde arriba. Lo voy a poner de esta forma: 103 pisos de alto, pisos de cristal, cosquillitas en el estómago y no necesariamente por cuestiones de amor. ¡Aun con las tres horas de fila, vale la pena!
[8:30 P.M. – OBSESIÓN CAPRINA]
Hablando del estómago, de nuevo volvemos a mover la cuchara. Para la cena visitamos Girl & the Goat, el restaurante de Stephanie Izard, una ganadora de Top Chef, que venía con muchas recomendaciones. En el menú hay chivo por todas partes, queso de cabra, empanada de chivo, cerdo mechado, cabra, chivo, cabra, chivo, cerdo, cabra, chivo, vino blanco, cabra, chivo. Como podrán imaginar, fui muy feliz ahí.
[10:30 P.M. – PARE DE COMER]
Para terminar la noche, a poca distancia del restaurante se encuentra el bar soterrado del Momotaro, donde el sake es el rey. O, si se quedan en el hotel Thompson, como nosotros, pueden ir al bar y probar el Rose Gilder, un espectacular cóctel de vodka, prosecco, sorbete de lichi y frambuesa con agua de rosas. Y ahí ya hay que dejar de comer, porque el Pankreoflat tiene un límite. Pero qué pena que esta guía es solo de un día… Me hubiese gustado incluir MÁS comida. MÁS.
Fotos: Cortesía de Rochelle Vicente
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