Una jornada en Washington, D.C.

Alejandro Santelises Haché combina el pasado con el presente en un recorrido por los lugares más icónicos de la capital estadounidense, así como por sus nuevas ofertas gastronómicas

El Distrito de Columbia tiene sus odiantes: el embajador francés Gerard Araud recientemente dijo que se sentía “como un prisionero” en la ciudad, por la falta de vida social y de ofertas culturales. Así como él piensan muchos, pero tras venir a D.C. como estudiante de maestría hoy estoy en desacuerdo con ellos: Washington tiene el complejo de museos más grande del mundo —que en 2014 tuvo tres veces más visitantes que el Louvre, monsieur Araud— y los espacios gastronómicos de premiada calidad se multiplican a una velocidad increíble. Por eso, si ustedes deciden obviar la reputación que le han dado a las ofertas de esparcimiento de la capital estadounidense y le hacen una visita, aquí les tengo sugerencias para conocerla entre un sol y otro, basadas en el recorrido que regularmente ofrezco a mis familiares cuando vienen  a visitarme.

POR: Alejandro Santelises Haché

[9:00 A.M. – BRUNCH FRENTE AL AGUA]
El restaurante Farmers Fishers Bakers, ubicado en Georgetown, se enfoca en la comida ecológicamente sustentable, con una filosofía verde —no solo para la obtención de sus alimentos, sino también para el reciclaje y la disminución de sus desechos—. Pero más allá de esa visión, la comida es deliciosa: para el brunch del sábado o el domingo tienen un buffet donde puedes armar tus propios tacos, escoger entre distintos tipos de estilos de huevos, probar rollos de canela fresquecitos y unos panes sin levadura riquísimos. Aparte, la vista es excelente: este establecimiento está en el Harbour, en una rotonda frente al río Potomac cerca del Georgetown Waterfront Park. Ya que el brunch de fin de semana es hora pico, lo recomendable es hacer reserva, pero si no la tienen, pueden sentarse a esperar en Sequoia para picar o tomar unos tragos.

[10:30 A.M. – DE COMPRAS EN GEORGETOWN]
De ahí pueden subir a la M Street en Georgetown —queda a unas tres cuadras de Farmers Fishers Bakers— para conocer la oferta de tiendas. Aparte de los sospechosos usuales de un centro de compras en Estados Unidos podrán dar con una que otra sorpresa; en mi caso, hace poco di con una tienda inglesa llamada Barbour, donde pude comprar abrigos de estilo tradicional a excelente precio —para quienes buscan abrigos ligeros o pesados, chaquetas y accesorios masculinos, este es un buen lugar para visitar—.

[12:15 P.M. – UN ALMUERZO LIGERO]
El Blue Duck Tavern tiene quizá una de las mejores ofertas de brunch de DC, aunque para hacer eficiente este recorrido lo recomiendo para el almuerzo. Yo, que no soy fanático de comer pollo fuera de casa, he enloquecido con la pechuga jugosa al horno, con hongos, que ofrecen en su menú. Aquí también es importante hacer reservaciones antes de asistir.

[1:15 P.M. – ¡HOLA, BARACK!]
Ya con el estómago artillado para un recorrido cultural largo, lo ideal es comenzar por EL edificio: la Casa Blanca. Si se van caminando, de la zona de M Street hasta la actual residencia de los Obama hay unos 25 minutos, para utilizar la oportunidad fotográfica. Les voy a compartir mi ligera decepción: es mucho más pequeña en persona, porque en televisión se ve imponente… pero fuera de esto, su importancia política justifica el que sea una visita obligada en la ciudad.

[1:45 P.M. – EL GRAN NATIONAL MALL]
El National Mall contiene dentro varios de los espacios y monumentos más representativos de la historia constitucional estadounidense, y eso explica por qué recibe unos 24 millones de visitantes al año. Me gusta comenzar el recorrido en el Washington Monument, un impresionante obelisco desde donde se puede ver el Lincoln Memorial con su Reflecting Pool a un lado y el Capitolio de otro. El Distrito de Columbia tiene algo curioso: ningún edificio puede ser más alto que el Pentágono, así que el Washington Monument es, en efecto, el punto más vertical de la ciudad, y desde ahí se puede observar la ciudad entera. A cinco minutos del obelisco está el aeropuerto Reagan, y se pueden ver los aviones aterrizando cerquita, arriba del río —a pesar de ser pequeño, ese parque aeroportuario es el preferido de muchos senadores que lo utilizan para llegar a la ciudad en aviones privados—.

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Si caminan hacia el Lincoln Memorial se toparán con el Memorial de la Segunda Guerra Mundial a la izquierda, pero caminando por el lado derecho también verán el Memorial de los Veteranos de Vietnam, un muro con los nombres de todas las personas que perdieron la vida en esa guerra. Cada uno de ellos lleva al lado de su nombre un símbolo específico, que indica si murió en acción o su cuerpo nunca fue encontrado; eso, unido al hecho de que todavía hay quien deja objetos recordatorios y fotografías a sus pies, termina siendo sobrecogedor.

Ya en el Lincoln Memorial, aparte de admirar la estatua del antiguo presidente, les invito a fijarse en el texto in extensum de su Discurso de Gettysburg. Pensar en el contenido de esas palabras ya legendarias —ahí Lincoln abogaba por la igualdad de los ciudadanos sin importar su color de piel— y darse cuenta de que a pocos metros hay un presidente de raza negra hace la visita todavía más poderosa.

[3:30 P.M. – LA HISTORIA EN FOTOS]
Al terminar el recorrido por el National Mall pueden tomar un Uber y dirigirse a otro ícono de la avenida Pennsylvania: el Newseum, un museo interactivo dedicado a la labor del periodismo. Entre sus 15 galerías, algunas dedicadas a instituciones como el New York Times o la memoria del Muro de Berlín, mi favorita es la de los ganadores del premio Pulitzer de fotografía. El lema del museo es, en español, algo como “Ese cuento es más largo”, y en esta sala se nota: la foto del entonces presidente John F. Kennedy junto al antiguo mandatario Dwight Eisenhower, ambos de espaldas a la cámara, es interesante en materia de composición, pero el cuento es más largo; en realidad, se trata de un momento en Camp David en donde Eisenhower le pasa un truco a Kennedy, pues conoce un lugar donde los oídos de la seguridad no llegan —y ahí podrían discutir sin tapujos la situación de la crisis de misiles en Cuba—. Otro truco, pero esta vez de parte mía: en el último piso del Newseum hay un balcón desde donde el sol se ve increíble. No dejen de visitarlo.

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[5:00 P.M. – EL REINO DE JOSÉ ANDRÉS]
José Andrés, así sin más, es un chef español radicado en Washington, y el imperio de restaurantes que ha creado con el ThinkFoodGroup atrae a muchos turistas gastronómicos —mi hermano, que reside en Nueva York, estuvo de visita recientemente y con él fuimos a establecimientos de José Andrés tres noches seguidas, a petición suya—. La reputación es merecida, y si salen del Newseum con hambre no dejen de pasar por Oyamel, la incursión mexicana de José Andrés que se encuentra a cinco minutos a pie del museo—siempre hay mucha gente, pero no es difícil entrar—. Para cerrar su recorrido del día, comiencen decorando la mesa con el delicioso guacamole de la casa y sigan con el menú de antojitos y bebidas, donde el equipo del restaurante hace un homenaje a la tradición gastronómica chilanga.

Fotos: Alejandro Santelises Haché y Katingo Haché de Santelises