POR: Ana Santelises de Latour
El Miami Design District es tanto un vecindario orientado a lo creativo como un centro comercial de lujo. Antes de esta iteración, nada que ver: este distrito era hasta la década de los 90 un vecindario lleno de almacenes industriales pequeños, que gracias a la inversión privada y la pública hoy han sido remodelados y albergan más de un centenar de galerías de arte, restaurantes, bares y tiendas de diseñador.
Aparte, el mismo nombre también se usa para bautizar un conglomerado comercial de alta gama, con tiendas como Hermès, Céline, Cartier, Harry Winston, Maison Margiela y Lanvin —para que tengan una idea del impacto de este complejo, Louis Vuitton se trasladó de Bal Harbour al Design District hace unos dos años, y se espera que abran más de 50 nuevos locales de productos y servicios de lujo este año —.
Pero no solo llaman la atención los escaparates y las vitrinas de estas tiendas, sino que las calles y las aceras de los distritos son casi como una galería de arte al aire libre: el atrio central del centro comercial tiene como cereza una pieza de Buckminster Fuller — el Fly’s Eye Dome, o “domo de ojo de la mosca”, de 24 pies de altura—, y un busto enorme del arquitecto Le Corbusier, hecho en fibra de vidrio por Xavier Veilhan, está a pocos pasos.
En el mismo centro comercial también hay establecimientos de comida y bebida —para los fanáticos del macaron, hay una sucursal de Ladurée dentro y en Abaco Premium Wines tienen botellas de Château Latour disponibles—. Mi esposo, unos amigos y yo estábamos paseando por el centro comercial —una visita recomendada, porque aparte es un manjar visual—, cuando un amigo, gerente de una de las tiendas, nos recomendó cenar en el restaurante de cocina neo-estadounidense Michael’s Genuine Food & Drink, a pocos minutos. Ahí confirmamos que uno de los meseros ya conocía por nombre a varias personas residentes o que trabajan en el área, tal como nuestro amigo, y llegamos a la conclusión de que el Design District es más que una atracción para visitantes: se está tan a gusto por sus paredes y sus calles porque, justamente, son los residentes de Miami quienes más lo disfrutan y transmiten ese cariño por la zona.
Fotos: Ana Santelises de Latour