Agachado en la Plaza de Armas de La Habana

Es más que posible llevarse el sonido y el arte de la capital cubana a casa; para muestra, pregúntenle al ilustrador Poteleche.

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POR: Poteleche

La Habana es un paraíso para quien ama las antigüedades: desde los carros de 1950 que ocupan la mitad del tránsito en las calles hasta los espacios llenos de pequeños tesoros amarrados a alguna historia.

De hecho uno de los lugares ideales para encontrar esos pequeños tesoros es el Mercado de la Plaza de Armas en la Habana Vieja. Vale la pena ir con tiempo para escudriñar entre los estantes, las mesas de madera y las cajas, y así escoger entre una gran variedad de afiches serigrafiados, libros, elementos decorativos, monedas o hasta memorabilia de Coca-Cola.

Estuve por allá con mi esposa y decidí que era hora de “aplastarse” y darme vida buscando entre los discos de vinil. Los dependientes insistían en mostrarme que tenían a Michael Jackson y John Lennon, pero yo estaba más interesado en Los Compadres o Celina y Reutilio. Al final, para llevarme algo conocido, me decidí por una recopilación del gran sonero Benny Moré. Para llevarme algo completamente nuevo decidí hacerle caso a la recomendación que me hicieron los locales en base a los discos que me estaban interesando: la Tumba Francesa Pompadour de Guantánamo, un género de fuertes ritmos de tambor llevado a la isla por esclavos haitianos.

Casi nos comportamos ejemplarmente y no nos llevamos más nada, pero algo saltó a la vista: una selección de posavasos serigrafiados con unas ilustraciones preciosas al estilo de Eduardo Muñoz Bachs, aparentemente de alrededor de 1960. Realmente no sabemos de quién son, hasta que nos los topemos en algún enlace de internet algún día.

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Hoy, cada vez que intentamos utilizar los posavasos, usamos otros en su lugar para que no se vayan a maltratar, tratándolos como el pequeño tesorito que son. Lo bueno es que en esos intentos también recordamos lo bonito que la pasamos –y casi siempre terminamos poniendo de nuevo ese disquito de Benny Moré–.

Fotos: Poteleche y Stephanie Gerardino